Entradas

Mostrando entradas de abril, 2009

Se comme ça

Querida Haiku : Je n'ai jamais répondu à une lettre ou un e-mail , Maga. Es que las voces vienen como el proceso del perfumista de Süskind: las gotas esenciales decantan y un buen día, un día ya sin referencias ni precedente, hay palabras que quieren ser dichas, que vienen como si fuera la cosa más natural del mundo. Lo más natural. Por eso le contesto, Beatrice, porque como vos, pero tangencialmente, no debes, no debo; porque mejor tirar piedritas al estanque, y hacer sapitos, Ameliè. Debí decirte una vez, sin más ni más, palabras inconvenientes, una cuadrilla, un batallón de esos vocablos que perforan toda asepsia. No me llevo bien con los deberes; probablemente las diga algún otro, como suele suceder. Como debe. Hurra por los enchastres, Frida, por las brochas gordas y los bocetos de Degás y tres trazos del holandés, por esa cosa que hacemos cuando un gerundio se convierte en borrador. Vamos siendo en presente continuo. Vamos, es de noche. Vení, Carmen, le hago un lu

Domesticar palabras

Con tanta invasión foránea en cuanto ámbito del discurso exista, me he puesto en la tarea de delinear técnicas para domesticar palabras. Es probable que haya fracasado redondamente. Lo más, estas notas sueltas en mi bitácora: atender a los siguientes posibles apartados y categorías: del por qué las esdrújulas sean todas cantantes líricas; del por qué las graves se visten siempre de negro y las agudas, lloran; del por qué los hiperónimos prefieren los sistemas capitalistas; del por qué la familia de los parónimos tienen alma histriónica y la de los homónimos sean siempre fabuladores; sobre monosilábicas y su relación con la clase social oligárquica; sobre las bi y trisilábicas y la constitución de la clase media; sobre las polisilábicas y la problemática en familias de escasos recursos; de cómo hacer siamés lo disímil (Ej.: el Nano, te guste o no, y aunque realmente no sé si me gusta mas de ti lo que te diferencia de mí o... O: Anaxágoras y un señor viejo, regañón y barbudo en el ágora.

Primeras palabras (Parte II)

Me lo contó un viejo Mapuche, en una de esas hondas noches que tiene el sur, guarecidos sólo por un cielo abierto de par en par y la más bella hoguera que he visto nunca. Hubo un tiempo en que los hombres no conocían el fuego. El día había sido hecho para cazar, juntar frutos para alimentarse y secar pieles para tener abrigo. Las noches de invierno eran diez veces más frías que las nuestras, y no pocos amanecían sin vida. Entonces había que apiñarse en los fondos de las cuevas, con los únicos animales que no les temían, sus perros. Sucedió de noche, como todo lo más bello y lo más atroz que ocurre en el mundo. La más brava de las tormentas giraba fuera y lo mantenía despierto. El rayo había partido el gran árbol que estaba a la entrada de la cueva, y ardía. Ardía y era una cosa bella y extraña. Supo que era un regalo del cielo porque su piel sentía calor, y el calor era signo de vida en las cuevas. Consecuencias tuvo descubrir el fuego. Aprendió que el fuego no sólo da abrigo, s

Primeras palabras (Parte I)

Mirado desde este lugar en el tiempo, y siempre atravesado por mis súcubos literatos, resulta completamente fácil imaginar que algún oscuro designio habrá sido enunciado en otra era: debía suceder así. Baste con pensar la forma en que los astros tejieron en torno suyo la trama que lo haría trascender la mera existencia. Ya su abuelo había sido locutor, lo mismo que su tío y hermano mayor. Su padre, notable erudito en oratoria, desarrolló el discurso visual para enseñar a sordos a pronunciar palabras. Él mismo fue profesor en escuelas para sordos con el método de su padre. No es un dato menor que su propia madre, su hermana y la mujer de la que se enamoró fueran, también, sordas. Así las cosas, pasó su vida entre la docencia y la elaboración de complejos sistemas y dispositivos que rondaron siempre la misma tópica: la transmisión del sonido, y, muy particularmente, de la voz humana. Dos bocadillos: dicen que quedó fascinado con una réplica de El Turco , aquel autómata de Kempelen

Semillero

A ver quien descubre de que se trata... (Sentados frente a frente. Silencio ) (Ella) ¿No odias eso? (El) ¿No odio qué? (Ella) Los silencios incómodos. (Se miran. Silencio) (Ella) ¿Por qué tenemos que hablar de idioteces para sentirnos cómodos? (El) No sé. Es una buena pregunta. (Ella) Así es como sabes que encontraste a alguien realmente especial. (Silencio. Se miran) (Ella) Cuando te puedes callar un minuto y estar enteramente cómodo, en silencio. (Ella se levanta...a “empolvarse” la nariz) P.D.: Este diálogo me ha dado varias ideas...

Deseo y Realidad ( Parte II )

Ahora que sé el modo en que mirás abriendo grandes tus ojos ámbar y tu forma de pestañear lenta y acompasada, que sé cómo movés las manos para hacer dibujitos ilustrativos para tus palabras, siempre tan bonitas. Ahora que adivino que tu silencio quieto es un peregrino con hatillo al hombro que recoge flores, o piedras redondas. Ahora que sé adivinar que cuando me decís “Bueno, dale” con un gesto hermosamente impúdico, tengo que empezar la revisión de mi camisa de fuerza, porque es seguro que tengo una pelusa en la solapa, o me tiré encima alguna cosa o estoy despeinado. Ahora que sé que te gusta sacudir tu pelo que ondea rabiosamente y mirás a los lados cuando buscas las palabras como quien busca corales o mariposas, ahora que sé que tus manos son las de un chico, y no te gustan… Ahora que. Ahora. Ya no sos más la que yo conjugué como niños en la escuela: eras, serías, fueses, fuiste, seas. Deseos . Ahora ya no, ahora Sos Vos . Vos la que me regaló varias carcajadas nocturnales entre d

Deseo y Realidad ( Parte I )

Querida Haiku: Así las cosas, siempre todas tan encadenaditas, tanto, que parecen preparadas para Uno desde el principio del tiempo: En el principio Bécquer, benemérito padre de la melaza, en paz descanse, en su archisabida Rima LXVI , en el verso final dice “donde habite el olvido, allí estará mi tumba.” Paciencia, paciencia… Omitamos rotundamente la demasiado obvia referencia Sabinesca o Sabinera que ese verso delata (en viceversa, mas bien) Vamos por otro camino, que está un poquitín más allá, en el estante, la raíz donde nace este tango. Luis Cernuda, el doblemente exilado, el conflictivo Cernuda, el que deambula mendigando amor entre historias que duran poco, y que terminan mal, que ofrece amistad y afecto y acumula decepción, recelo y susceptibilidad, Cernuda, entre su elitismo y un mundo de vulgaridad que nace de la ignorancia, de la necesidad y de la miseria. Y, sobre todo, una gran soledad: Cernuda: La realidad y el Deseo y en la quinta sección, Donde habita el olvido . Y

Sobre Famas

¿La verdad? Me importa bastante poco si luego de esto me acusan de snobismo y frivolidad. ¿A qué ocultar lo que es completamente verídico? Les guste o no a los inquisidores y amantes de la crítica superveloz, tengo un montón de amigos famosos. ¿Y, qué, acaso un artista que conozco yo y sólo algunos amigos más no tiene todo el derecho a ser llamado famoso? Y conozco muchos, a no dudarlo. Verónica , para empezar. No hace falta más que tomarse un ratito para mirar sus collages magníficos, o leer uno o dos de sus textos. Se le sale por los poros el arte, respira belleza. Casos como ella, montones. Y de los otros, de los perfil bajo , muchos mas. Álvaro y su Yamaha de doce cuerdas, esa voz que tan pocas veces se deja ver desnuda; Pato y toda su capacidad de ver lo que yo escribo y convertirlo en dibujos y pinturas; Andrea y su increible manera de contar esas cosas que yo no consigo decir ni con media resma de papel A4. Es asi, amigos. Aunque me acusen de snob y frívolo: cada vez que uno d

Domingo y Zahir

A veces me pasa, simplemente me pasa . Unas ganas enormes (oscuramente sé de donde vienen) me empujan sobre mi moto, hacia la noche, sobre el viento, sin rumbo. Pero no estoy siendo totalmente fidedigno: la que hay es una de las formas de la sustitución, una mascarada: lo que no soy capaz confesar, a mí menos que a nadie, es la necesidad, la terrible necesidad de un encuentro que no será más que el reverso de esta moneda y se volverá zahir y ya no me será posible pensar sin que me estremezca de vértigo. Y entonces será lo que siempre es: poner el vértigo fuera, volar, volar sobre dos ruedas, hacia las luces, hacia los claroscuros, hacia indefinición.

Variacion sobre Los cuentos de Ise ( II Parte)

En Asincrónico Modo XXX Una vez un hombre envió esto a una dama a la que veía raramente: El tiempo de nuestros encuentros Sólo dura lo que un relámpago Me digo, Pero vuestra ausencia Parece una eternidad Llego por fin a la Terminal de Ómnibus, en Retiro. No tengo apuro. Restan aún dos horas para nuestro encuentro. Me falta todavía tomar el Costera Criolla, plataforma uno, autopista Buenos Aires - La Plata . El ticket en mi mano, una cifra para el asiento, la hora de partida, el valor del viaje. Calculo rápidamente: tardaré una hora más en llegar a La Plata. Perfecto. En un bolsillo del abrigo la dirección y el nombre del lugar que elegiste para esta ocasión. No conozco muy bien La Plata, pero creo que lo encontraré sin mayor dificultad. Y luego esperar a que llegues. Esperar… Llegaste hasta mí como irrumpen la mayoría de las cosas que se vuelven imprescindibles. Un improbable accidente: viste en alguna página una palabra mía, algún vómito con aire literario provocado por la ingesta

Variacion sobre Los cuentos de Ise ( I Parte)

E n mi cuarto no caben más muebles. Resta apenas el espacio necesario para moverme: me encuentro cercado por la cómoda para los trapos (sólo los de estación, no pida mas, amigo) una mesa de luz con despertador radio portátil vaso con agua nocturna sed. Hombre prevenido, se sabe. Con un paso recorro el intervalo que va de la cama al escritorio con la computadora y una silla, y dos pasos más sobran para ganar la puerta. En mi biblioteca no caben más libros. Una pared con tres módulos de estantes completos. Sobre cada línea de anaqueles repletos de tomos verticales, otros menos afortunados apilados en modo horizontal; sobre la cómoda, varias pilas de horizontales; sobre el televisor muchos de los más queridos, o frecuentes, o más recientes. También horizontales. (Leía hace unos días que entre algunas elites pseudoculturosas es un pecado intelectual mirar televisión. No se sulfuren, inquisidores. Este aparato pide hace años la visita de un técnico). Y los de la mesa de luz en posiciones va

Acuarela

Pienso en vos ahora. Y decir pienso en vos es también decir que pienso en la noche de anoche, en la noche y lo bien que se sentía ese suspiro fresco de la luna; en la ciudad de noche, en la ciudad y sus semáforos y las luces y la gente, la ciudad y su laberinto de calles, en vos y en mí; en vos y en mí, otro laberinto.   Pienso en este azar singular que nos obliga a llegar alternadamente tarde a nuestros encuentros, en lo tan temprano que se nos hace tan tarde; pienso en lo difícil que nos resultó encontrar los sanitarios en el Patio Olmos, y en ese llamativo manual del Olmos que tiene de todo a cuatro colores y en papel ilustración, y todo muy bonito, pero que carece por completo de un mapita de los sanitarios para la gente como uno , que no sabe hallarlos. Pienso también en el despiste sistemático que nos empuja a cruzar avenidas casi sin mirar a los lados, en las francas puteadas que nos habrán dado esos tipos que casi nos atropellan en Estrada, en tu docilidad y en mi osadía,

Nocturnidades

Lejano, intenso, urgente y preservado del tiempo, ya inmortal. Muerto vivo, suena Miles Davis. Lo veo aferrado a su gran oráculo negro y dorado, disparando eternidad y trozos de tiempo en escalas. Te veo a vos que no estás en este cuarto, ni en esta casa, ni en la manzana. No estas en Córdoba, no estás conmigo en esta cama que de pronto es inmensa. Y ahora es tan fácil imaginar que vos tampoco conseguís dormir, verte ahí, atravesada en tu cama, enredada entre sábanas, almohadas y ropa de dormir. Atravesada también por esto. Esto que ni vos ni yo necesitamos nombrar aún, tal vez para ordenarlo y clasificarlo. Rótulos. Como los de los frascos en la alacena de la cocina. Y esto es la esperanza, y aquí la alegría. Agregar además un poco de cordura y sentido común. Un poco de sal, una pizca de comino y pimienta negra. Rótulos. Ah, por cierto, muy importante: sazonar la mezcla con pasión a gusto. Las recetas. Pero dónde nadie aprendió alguna vez la farmacopea de la felicidad. Y ahora m

Cartas de Cyrano ( II )

“El azul da a los demás colores su vibración”. PAUL CÉZANNE Desde algún lugar del mundo. Estimada Dama, Azul: ¡Con qué placer he leído su esquela! Había comenzado a dudar de la eficiencia de los funcionarios de correos. Es fama que gran parte de los desencuentros entre las personas a través del tiempo han sido ocasionados por los malos hábitos de los empleados postales. Aunque, a ser justos, tenemos también algún memorable cartero, como aquel que llama dos veces, o el de nuestro estimado amigo, don Pablo Neruda, y, más moderno, el “Mr. Postman” de ese grupo de jóvenes flequilludos de Liverpool. ¿Cómo se lleva usted con las elecciones, cómo cuando le toca optar por una alternativa entre muchas? Y es que una disyuntiva invita siempre a la duda. Un antiguo relato de viajes cuenta sobre un caminante que se pierde en los túneles oscuros de una ciudad subterránea, sin más luz que la que podría conseguir con la yesca con que da lumbre a su pipa. Avezado en los menesteres propios de la

Cartas de Cyrano ( I )

Desde algún lugar del mundo. Estimada “Dama Azul”: Finalmente me decido a lanzar esta piedrita a su ventana, con la secreta esperanza de que el azar y mi estrella me acompañen, y se asome usted por un momento, así no sea más que por mera curiosidad… Siempre resulta curioso pensar cómo las cosas pueden ordenarse, o desordenarse mas allá de todo lo concebible. Quizás ahora que usted lee estas líneas se halla cómodamente sentada, con una bebida a mano, abanicándose para espantar el calor. En cambio yo ahora me he puesto un abrigo, porque ha refrescado, y llueve mansamente, y las Variaciones Goldberg, y la madrugada. O tal vez para usted es la tarde de otro mes que éste en el que escribo, y mi futuro es su presente y ahora usted se recuesta con este pliego en sus manos, y yo camino un parque o leo un libro. También puede ser que usted no guste de proceder metódicamente y ha comenzado a leer desde mi firma hacia arriba, como quien sube una escalera de espaldas y descubre que existe un l

Sobre Ojos y Cerraduras

Y para que engañarse. Usted, Paloma mía, es fatalmente encantadora cuando se pasea de esa manera tan desenfadada, con esa soberana lozanía de capullo matinal. Es más: casi debería decir cuando se pasea desnuda . ¿Por qué me mira con esa expresion en la cara? El era un consumado artista del ojeo, midiendo la noche desde su atalaya. Resistiendo los envites de los mirares ajenos, hasta que le echaban humo las pestañas. (1) Yo me deleito observándola desde este lugar de maravillas, donde, juraría, pocos habrán conseguido mirarla. Y siento un placer casi impúdico al mirarla. Desde el ojo de esta cerradura la percibo a usted, como se perciben las casas bajas desde los altos balcones de un edificio. Esas casas que tienen todas una fachada casi idéntica. Pero basta con tan solo otear desde un punto estrategicamente elegido, una atalaya como la de este voyeur , para distinguir sus patios traseros: en algunos de esos espacios a veces hay suciedad y abandono. También bicicletas viejas arru

Alambres Invisibles

Y si supieras la cantidad de cosas que tenia ganas de decirte! ¿Habrás visto que casi me lanzo al abismo de tu boca, que en un momento el arrebato me cegó al punto de que solo necesité tus labios como único sostén para mi vuelo? Y me gusta imaginar que sonreías para mi, que vos estabas también temblando de emoción cuando yo te miraba casi acariciándote con mis ojos y mis manos cerradas rozaban apenas el borde de tu mano que estaba ahí tendida como una invitación. Y sin embargo, si elijo escribir sobre vos es sencillamente porque no puedo hacer más que mentirme así que te acerco un poco, mentir que es tanto menor la distancia y que acercándote en palabras te extraño un poco menos. Pero te vas desdibujando de a poco. En mis ojos cerrados trato de impedir que te vayas y te agarro de las pestañas pero te zafás y te borrás de a poquito y yo te persigo, pero vos corrés mas rápido y final ya no te veo y detrás de los árboles te busco y ya no estás. Ya te fuiste otra vez. Y en ese ento

Semblanzas

Porque mi suéter está al revés, y porque el color de esta camisa no está en los catálogos de moda. Porque mi cabello se olvidó del peine del estilista, y porque este par de anteojos que tanto me gustan son los que le han robado a la estatua de Woody Allen en Oviedo. Y entonces alguien me dice “que inapropiado”. Identidad… Y sé que naci salmón en medio de ovejas. Cuántas veces la normalidad, esa condición del ser que jamás comprendí, me abofeteó en la mitad del rostro, dejándome una sensación de extranjero entre iguales. Y en mi todo se rebela, porque en mi mente rompo lanzas para mantenerme integro, para no falsearme, para no abandonar este rostro y esta voz que sé que son mías, estas intuiciones de utopías en las que creo y a las que me aferro. Todo lo que realmente quiero es algo de tolerancia y un modo de calmar esta voz enojada. Porque también esta este cansancio, estas ganas tremendas de patear el tablero, esta insufrible inercia que a veces me deja plomo en los brazos,

Niño que Sueñas

Pero despierto y hay ruido por todas partes, la gente pasa corriendo en todas direcciones y todos parecen ir tras de algo o alguien que se les escapa. Entonces me levanto y estoy aun aturdido y mi cuerpo medio entumecido no sabe mantenerse en pie, y tropiezo y casi caigo, pero logro prenderme de una barra de metal helado y negro. Y recién ahora comprendo que es esto una estación de trenes o autobuses, aviones o cohetes a la luna. Allí, delante, hay unos que se abrazan y lloran, y parece como si hace mucho tiempo se hubiesen estado esperando y buscando. Yo los miro…”y si, tal vez, entonces” y el corazón se me estremece y pienso que acaso estoy allí siendo esperado por alguien a quien deseo ver también desde hace tanto. En ese momento observo que hay gente que sigue esos carteles que gritan unos “Felipe Robles” otros “Paula del Cedro y Flia” y trato de recordar el nombre mío. Pero me duele tanto la cabeza que no logro recordar nada. Y en un segundo me cubre un sudor frío, y tiemblo y

La Radio

En nuestra casa de Moreno, en Buenos Aires, a mis cinco o seis años no había televisor. Así que la radio era una presencia casi constante. Nos levantábamos con la radio, desayunábamos con la radio, almorzábamos y cenábamos en compañía de la radio. Desde siempre tuve problemas para conciliar el sueño: estaba destinado a ser un noctámbulo empedernido. Creo que le debo a mi padre la costumbre de dormir con música. Y es que los dormitorios de la casa donde vivíamos en esa época, estaban en una de esas casillas prefabricadas con subdivisiones de material prensado, parecido al cartón o aglomerado, y tenia paredes de madera terciada. Papá se acostaba temprano, porque también tenía que levantarse de madrugada para ir a la fábrica donde trabajaba. Cuando nosotros nos íbamos a dormir, y apagábamos la luz, se oía zumbar desde su mesa de luz su radio a transistores. Era una de esas radios portátiles, seguramente china o taiwanesa, comprada a bajo costo en el Once. En medio de la oscuridad y si