Después de Fin

Alguna razón tienen los que nos acusan de que cuando precipitamos los acontecimientos fatalmente buscamos no complicarnos demasiado la vida. Quizás es un manera más fácil de hacer el trabajo y así evitar las dificultades que provocaría intentar otros caminos. Yo creo que nos hemos enviciado. Es que uno se siente un poco divino provocándoles la muerte, haciendo que tiemblen y sucumban en esa última imagen, que se espanten ante lo inevitable del desenlace. Entonces todo nuestro ingenio se pone en movimiento para que esas muertes completen un catálogo: que parezcan un accidente o que salten de un décimo piso, que caigan debajo de un tren empujados por una mano anónima. Entonces, satisfechos, los dejamos ahí, tendidos e inertes. Están también las muertes fantásticas, las que dan lugar a especulaciones de lo más inesperadas o bizarras: esas son la moda en nuestra profesión. Nos critican, y algo de razón tienen. Quizás fue esa y no otra la razón. El caso es que hoy quise que fuera diferente. Creo que lo conseguí. He revisado lo hecho. Puedo respirar tranquilo. Hoy no he matado a nadie, no provoqué ningún accidente ni empujé a otro a cometer una acción mortífera. El trabajo está listo. Un relato breve en el que nadie muere.

Comentarios

mariajesusparadela ha dicho que…
Me alegro de no haber tenido que poner la cara triste y acabar con una media sonrisa...
Anónimo ha dicho que…
Oficio ingrato, La puerta falsa, Después de Fin... y seguro otros más hablan de Ella (velada o directamente) Por cierto este último, es de los que llamo contundentes... redondos... espejales (existe?) Te veo en él, Dios Inútil que disfruta sesgar antes que amar. Me deleito, sabés?
Cordis.
El Griego ha dicho que…
Mari: Somos dos entonces los alegres. Hay que confesar que el cuentito es mas bien una tomada de pelo hacia nosotros mismos, que solemos deshacernos de nuestros personajes cuando nos incomodan un poco. Salut!

Cordis: Espejales es una bonita palabra. Speculare, specula, pero tambien spectrum. Si es como decís, entonces salió mejor de lo que creí. Que más quisiera uno que ser invisible, es decir, espejo.
Salut, Cordis

Entradas populares de este blog

Una flor de nomeolvides - Milan Kundera

Las Historias de Don Rolo (Capítulo I)

Undine - Abelardo Castillo