Alambres Invisibles
Y si supieras la cantidad de cosas que tenia ganas de decirte! ¿Habrás visto que casi me lanzo al abismo de tu boca, que en un momento el arrebato me cegó al punto de que solo necesité tus labios como único sostén para mi vuelo?
Y me gusta imaginar que sonreías para mi, que vos estabas también temblando de emoción cuando yo te miraba casi acariciándote con mis ojos y mis manos cerradas rozaban apenas el borde de tu mano que estaba ahí tendida como una invitación.
Y sin embargo, si elijo escribir sobre vos es sencillamente porque no puedo hacer más que mentirme así que te acerco un poco, mentir que es tanto menor la distancia y que acercándote en palabras te extraño un poco menos.
Pero te vas desdibujando de a poco. En mis ojos cerrados trato de impedir que te vayas y te agarro de las pestañas pero te zafás y te borrás de a poquito y yo te persigo, pero vos corrés mas rápido y final ya no te veo y detrás de los árboles te busco y ya no estás. Ya te fuiste otra vez.
Y en ese entonces ni siquiera imaginabas quien era yo, quién detrás de la sonrisa que te obsequiaba cada día sin fijarme siquiera en si te dabas cuenta de que era a vos a quien sonría y que no tenía ningún tipo de tic nervioso o alguna cosa parecida. Y eso eras: una fiesta en una casa grande y lujosa con muchos invitados y todos riendo y divirtiéndose, bebiendo la VIDA a grandes tragos. Y yo un gris señor que pasaba cavilando por la vereda y te espiaba furtivamente deseando que nadie pasara en ese momento.
Cuántas veces al mirarte me pregunté que sería lo que estaría pasando en ese momento por tu mente. Y es que en esa época aun eras Azul-la-extraña-mujer, la siempre ausente. Algunas veces entre humo pude ver algún atisbo de vos, de esa que allí detrás de una muralla vivía.
¿Cuándo fue que nos miramos por primera vez? Ojo, no me refiero a esa vez en que nos saludamos en la presentación de rigor, cuando alguien que yo conocía y te conocía a vos nos acerco en ignorancia total del peligro que eso supondría para cada uno de nosotros, no. No me refiero a la primera vez que te plantaste frente a mi con todo tu orgullo de hembra orgullosa de serlo y desafiante y pedantemente te hincaste con los pies siempre dispuestos a demostrar lo bien plantados que estabas sobre la tierra. Porque creo que esa vez ni siquiera nos vimos: éramos dos extraños que coincidían en espacio y tiempo, pero solo eso.
Además, que interés podías tener en un hombre tan opaco como lo fui siempre yo, vos, que siempre estabas ahí brillando frente a todo el mundo, centro y origen de toda la energía del universo en que por un mero capricho de algún dios coincidimos. A veces, y aunque cueste, porque ya visto todo desde acá la cosa no es tan clara, trato de acordarme de cómo fue que me fuiste modificando el firmamento aburrido y monótono que era mi vida (esa palabrita…) antes de vos.
Y si. Solemnidad sobre todas cosas: antes de vos y después de vos. Y que alguien me diga que es una idea demasiado romántica para ser verdad. (*)
Y siempre me escondía de una verdad que me era odiosa, de las certezas que todos parecían compartir y en mi eran simplemente aire. Allí estaban todos siendo una cosa que yo no podía concebir como cierta: o era esa una verdad a medias, un esfuerzo pactado entre todos en silencio para creer que de eso se trata la vida, un parecer, un aparentar que se vive, que se es así, nada mas, en esa superfluidad nunca reconocida…era eso o que yo había nacido con un defecto, con una minusvalía que me impedía realizarme y ser.
Cuantas veces me habré sentido como imagino se siente un zurdo que va a comprar algún accesorio y descubre que a nadie se le ocurrió que un zurdo lo podría llegar a querer y se fabrica únicamente para que lo usen los diestros…
Y así esta vida iba siempre hacia la derecha y yo que tengo una pierna más corta que otra parecía ir siempre chocándome con todos, porque por una cuestión en la que se combina la gravedad con la caída libre iba yo siempre tendiendo hacia el otro lado, rojo en vez de blanco o azul y así siempre.
Alguna vez me pregunté cuál fue el momento en que me salí de la rueda, el momento en que dejé de ser un engranaje más de la máquina. Pero al instante se produce la división celular y la duda se multiplica: ¿es que fui alguna vez parte de ella?
Porque cuando lo pienso creo intuir que siempre presentí la sospecha de alguna cosa que falseaba la verdad, sonido a frase prefabricada, una de esas frases que se dicen cuando hay que decir lo que hay que decir, de alguna manera era un admitir (por fuerza?) lo bueno de la serie a pesar de haberse visto los alambres ( cuando era chico pasaban por TV una serie de aventuras protagonizada por marionetas. Había veces en que los alambres con que las movían se veían y entonces la magia de que un muñeco de trapo mueva la boca para hablar se desvanecía. Pero en un instante uno se olvidaba de los alambrecitos, porque El Capitán Escarlata era demasiado valiente y su flota intergaláctica todo un placer y al fin y al cabo unos alambrecitos se olvidan tan rápido…)
(*) Nota del Autor: Desde aqui el texto original, escrito alguna madrugada olvidada, es un divague sobre otro asunto. Sólo por un sentido (tonto?) de fidelidad a la mano que escribió, no ha sido quitado de esta transcripción.
Y me gusta imaginar que sonreías para mi, que vos estabas también temblando de emoción cuando yo te miraba casi acariciándote con mis ojos y mis manos cerradas rozaban apenas el borde de tu mano que estaba ahí tendida como una invitación.
Y sin embargo, si elijo escribir sobre vos es sencillamente porque no puedo hacer más que mentirme así que te acerco un poco, mentir que es tanto menor la distancia y que acercándote en palabras te extraño un poco menos.
Pero te vas desdibujando de a poco. En mis ojos cerrados trato de impedir que te vayas y te agarro de las pestañas pero te zafás y te borrás de a poquito y yo te persigo, pero vos corrés mas rápido y final ya no te veo y detrás de los árboles te busco y ya no estás. Ya te fuiste otra vez.
Y en ese entonces ni siquiera imaginabas quien era yo, quién detrás de la sonrisa que te obsequiaba cada día sin fijarme siquiera en si te dabas cuenta de que era a vos a quien sonría y que no tenía ningún tipo de tic nervioso o alguna cosa parecida. Y eso eras: una fiesta en una casa grande y lujosa con muchos invitados y todos riendo y divirtiéndose, bebiendo la VIDA a grandes tragos. Y yo un gris señor que pasaba cavilando por la vereda y te espiaba furtivamente deseando que nadie pasara en ese momento.
Cuántas veces al mirarte me pregunté que sería lo que estaría pasando en ese momento por tu mente. Y es que en esa época aun eras Azul-la-extraña-mujer, la siempre ausente. Algunas veces entre humo pude ver algún atisbo de vos, de esa que allí detrás de una muralla vivía.
¿Cuándo fue que nos miramos por primera vez? Ojo, no me refiero a esa vez en que nos saludamos en la presentación de rigor, cuando alguien que yo conocía y te conocía a vos nos acerco en ignorancia total del peligro que eso supondría para cada uno de nosotros, no. No me refiero a la primera vez que te plantaste frente a mi con todo tu orgullo de hembra orgullosa de serlo y desafiante y pedantemente te hincaste con los pies siempre dispuestos a demostrar lo bien plantados que estabas sobre la tierra. Porque creo que esa vez ni siquiera nos vimos: éramos dos extraños que coincidían en espacio y tiempo, pero solo eso.
Además, que interés podías tener en un hombre tan opaco como lo fui siempre yo, vos, que siempre estabas ahí brillando frente a todo el mundo, centro y origen de toda la energía del universo en que por un mero capricho de algún dios coincidimos. A veces, y aunque cueste, porque ya visto todo desde acá la cosa no es tan clara, trato de acordarme de cómo fue que me fuiste modificando el firmamento aburrido y monótono que era mi vida (esa palabrita…) antes de vos.
Y si. Solemnidad sobre todas cosas: antes de vos y después de vos. Y que alguien me diga que es una idea demasiado romántica para ser verdad. (*)
Y siempre me escondía de una verdad que me era odiosa, de las certezas que todos parecían compartir y en mi eran simplemente aire. Allí estaban todos siendo una cosa que yo no podía concebir como cierta: o era esa una verdad a medias, un esfuerzo pactado entre todos en silencio para creer que de eso se trata la vida, un parecer, un aparentar que se vive, que se es así, nada mas, en esa superfluidad nunca reconocida…era eso o que yo había nacido con un defecto, con una minusvalía que me impedía realizarme y ser.
Cuantas veces me habré sentido como imagino se siente un zurdo que va a comprar algún accesorio y descubre que a nadie se le ocurrió que un zurdo lo podría llegar a querer y se fabrica únicamente para que lo usen los diestros…
Y así esta vida iba siempre hacia la derecha y yo que tengo una pierna más corta que otra parecía ir siempre chocándome con todos, porque por una cuestión en la que se combina la gravedad con la caída libre iba yo siempre tendiendo hacia el otro lado, rojo en vez de blanco o azul y así siempre.
Alguna vez me pregunté cuál fue el momento en que me salí de la rueda, el momento en que dejé de ser un engranaje más de la máquina. Pero al instante se produce la división celular y la duda se multiplica: ¿es que fui alguna vez parte de ella?
Porque cuando lo pienso creo intuir que siempre presentí la sospecha de alguna cosa que falseaba la verdad, sonido a frase prefabricada, una de esas frases que se dicen cuando hay que decir lo que hay que decir, de alguna manera era un admitir (por fuerza?) lo bueno de la serie a pesar de haberse visto los alambres ( cuando era chico pasaban por TV una serie de aventuras protagonizada por marionetas. Había veces en que los alambres con que las movían se veían y entonces la magia de que un muñeco de trapo mueva la boca para hablar se desvanecía. Pero en un instante uno se olvidaba de los alambrecitos, porque El Capitán Escarlata era demasiado valiente y su flota intergaláctica todo un placer y al fin y al cabo unos alambrecitos se olvidan tan rápido…)
(*) Nota del Autor: Desde aqui el texto original, escrito alguna madrugada olvidada, es un divague sobre otro asunto. Sólo por un sentido (tonto?) de fidelidad a la mano que escribió, no ha sido quitado de esta transcripción.
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