Se comme ça

Querida Haiku:


Je n'ai jamais répondu à une lettre ou un e-mail, Maga. Es que las voces vienen como el proceso del perfumista de Süskind: las gotas esenciales decantan y un buen día, un día ya sin referencias ni precedente, hay palabras que quieren ser dichas, que vienen como si fuera la cosa más natural del mundo. Lo más natural. Por eso le contesto, Beatrice, porque como vos, pero tangencialmente, no debes, no debo; porque mejor tirar piedritas al estanque, y hacer sapitos, Ameliè.


Debí decirte una vez, sin más ni más, palabras inconvenientes, una cuadrilla, un batallón de esos vocablos que perforan toda asepsia. No me llevo bien con los deberes; probablemente las diga algún otro, como suele suceder. Como debe.


Hurra por los enchastres, Frida, por las brochas gordas y los bocetos de Degás y tres trazos del holandés, por esa cosa que hacemos cuando un gerundio se convierte en borrador. Vamos siendo en presente continuo. Vamos, es de noche.


Vení, Carmen, le hago un lugar, chiquito, como vos. Quedémonos así mirando la nada a través de esta reja, fumemos, hasta que alguien irrumpa como una sentencia.


De perfil, siempre de perfil, te espío, Diana.


Me seducen las dicotomías, las policromías y caleidoscopios. a) Las reducciones son imprescindibles para no enloquecer ante el tamaño del mundo. b) Nombrar los demonios los vuelve reales, materiales, tangibles. c) La única manera de conjurar un íncubo es nombrándolo, etiqueta, frasquito, alacena; quitando el aura de misterio, ese amor por el ocultamiento que nombraste hace dos eras, Hetaira.


(Quizá si te nombro con todos los nombres posibles, los imaginarios, y todos los demás te conjure, Helena, te vuelvas convenientemente una palabra de tres letras en capicúa, un vocablo genérico en singular femenino que le quepa a cualquier hija de vecina. Ita, por cierto, y además. Pero te empeñás en ser etérea, María Luisa, y yo que detesto a las mujeres con las nalgas a 62 cm del suelo, porca miseria)


¿De cuantas maneras puede ser un abrazo?


Tengo pésimo gusto en materia de sentires; mis niveles de cursilería pueden pasar la barrera de la melaza a baba del diablo. Qué hacer, qué hacer. Abrojitos como ese de allí: tienen la maldita maña de quedárseme pegados preferentemente en esas zonas imposibles. Vergonzoso, vergonzante. Un poema sobre los escombros, cosas como esas, así de tontas.

Te vas a empachar con esta sopa fría, Maga, peor que con aquel Pérez Galdós.


Se comme ça. ¿Será esto todo lo que será?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una flor de nomeolvides - Milan Kundera

Undine - Abelardo Castillo

Las Historias de Don Rolo (Capítulo I)