Utopías

Hay canciones que se enlazan a momentos especiales de la vida, que recuerdan la infancia, que tienen ecos de adolescencia. Hay canciones que nos hablan de personas en pasado, en presente, en gerundio. Hay música que funciona como un fijador de colores en un cuadro, como un barniz que resalta matices y preserva un recuerdo del efecto del tiempo. Hay melodías que nos hacen reír de solo oírlas. Hay música que nos emociona hasta las lágrimas. Hay canciones que nos sacuden el cuerpo. Hay canciones que nos sacuden el alma, que tienen poesía por duplicado, que tienen esa rara cualidad de condensar un pensamiento con sonidos y generar un microuniverso que cabe en cinco minutos. 

Esta canción se ha quedado conmigo porque es una de estas últimas. No sólo porque me guste. No sólo porque me recuerde un verano, una mujer, un sitio especial. Se ha quedado en mí porque me ha ofrecido un ideal en un momento en que tener ideales es una cuestión pasada de moda. Una canción que me sacudió las entrañas cuando Fito Páez me la cantó hace ya tantos años. Luego la voz de la Negra Sosa la reinventó, la hizo himno perfecto.

“¿Cómo abrir el pecho y sacar el alma?”. Y sin embargo, creo, alguien aquí ha conseguido dejar el alma en una canción.

Como todo adolescente tuve que aprender a fuerza de no pocas decepciones: decepción y descreimiento en el sistema político, a derecha e izquierda, decepción en la religión, la tradicional y otras menos ortodoxas, decepción también, como no puede ser de otra forma a esa edad, del amor.

Y es ahí en donde la música, esta música, estos saetas que se clavaron tan hondo, me han dado una luz para ver otra realidad. Honrar la vida, de Eladia Blázquez. Aprendizaje y otras tantas canciones de Sui Generis. El jazz de Miles Davis y el tango de Piazzolla, Silvio Rodríguez y la trova cubana, Serrat y El Sur también existe. El arte toda: la música, la literatura, la poesía especialmente. Invenciones que me ayudan a vivir.

Tantas veces cuando uno mira la televisión, oye radio o lee los diarios, se pregunta: “¿Y para qué?”. Y aquí el arte nos viene a rescatar. Nos recuerda que mientras exista el corazón, uno solo, que se ofrezca a sí mismo, no todo estará perdido. Nos propone unir esfuerzos, mejorar nuestra casa. Aunque nos digan que siempre fue igual, que no vale la pena. Aunque parezca que no hay nadie cerca y estamos solos. Esta canción me habla de los que apuestan por lo diferente y dejan la sangre para conseguirlo.

Por eso creo que esta canción es atemporal. Porque aún hoy sigo creyendo en el valor de lo que se da incondicionalmente, en la amistad, en lo que queda de bondad en el mundo. Y es ese el ideal que me guía: ofrecer algo de mi propio corazón que le sirva a algún otro para creer que otro mundo es posible, siempre que se crea en él.

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