El Iluminado. El Maldito. Artaud.

"... A Van Gogh, en cambio, que puso a cocinar una de sus manos, nunca lo acobardó la lucha para vivir, es decir, para diferenciar el hecho de vivir de la idea de existir, y en verdad cualquier cosa puede existir sin hacer el esfuerzo de ser, y todo puede ser, sin hacer el esfuerzo de irradiar y rutilar como Van Gogh, el desorbitado. La sociedad lo despojó de todo esto para organizar la cultura turca que tiene la honestidad por fachada y el crimen por origen y base. Y fue así que Van Gogh murió suicidado, por que la sociedad en su conjunto ya no pudo tolerarlo. Ya que si no había espíritu, ni conciencia, ni pensamiento, ni alma, había materia combustible, volcán floreciente, piedra en trance, tolerancia, bubones, tumor asado, y escara de desollado. Y el rey Van Gogh incubaba aletargado la siguiente alarma de la insurrección de su salud. ¿De qué manera? Por la evidencia de que la buena salud es una plétora de males encerrados, de un magnífico anhelo de vida con cien úlceras corroídas que, pese a todo, es necesario hacer vivir, que es necesario dirigir hacia la perpetuación. Ese que no escudriña la bomba en cocción y el vértigo constreñido no merece estar vivo. Este es el consuelo que el pobre Van Gogh consideró como su deber mostrar bajo la forma de deflagraciones. Pero el mal que lo acechaba le hizo mal. El turco de aspecto decente se acercó delicadamente a Van Gogh para extirparle su almendra confitada, con el propósito de separar el confite (natural) que se preparaba. Y allí Van Gogh consumió mil veranos. Por esa razón murió a los 37 años, antes de vivir, pues todo mono, antes que él, ha vivido de las fuerzas que él llegó a juntar..."


"..¿Acaso Van Gogh era loco? Si alguien supo alguna vez contemplar un rostro, humano, que contemple el autorretrato de Van Gogh, hablo de ese del sombrero blando. Pintado por el Van Gogh supralúcido, esa cara de carnicero colorado que nos mira inquisitivamente y vigila, que nos inspecciona con mirada torva. No conozco a ningún psiquiatra capaz de inspeccionar un rostro humano con una fuerza tan arrasadora, como diseccionando con un estilete su indiscutible psicología. El ojo de Van Gogh es el de un gran genio, pero por la manera en que lo veo diseccionarme brotando de la profundidad de la tela, ya no es el genio de un pintor el que siento vivir en él en este momento, sino el genio de un filósofo como nunca supe en la vida de alguien semejante. . No, Sócrates no tenía esa mirada; solamente el desafortunado Nietzsche tuvo tal vez antes que él esa mirada que desnuda el alma, desata al cuerpo del alma, desnuda el cuerpo del hombre, más allá de las argucias del espíritu..."



Antonin Artaud, Van Gogh, el suicidado por la sociedad (Van Gogh le suicidé de la société)

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