Lo que Ellas hacen

Conozco más de cuatro mujeres que adoran caminar las peatonales de Córdoba, los shoppings, las calles comerciales del centro, las galerías techadas, en fin, todos esos sitios que tienen como factor común la presencia abrumadora de vidrieras.

Uno puede ver sus caras: en los ojos se trasluce la avidez de sus deseos. Cuando ya no soportan más, necesitan materializar la imagen de esa lindura sobre sus cuerpos. Primero, piden ver. “Me mostrás esa blusita que tenés ahí?”, dicen, y el tono quiere simular un interés de compra que no tienen. Después se prueban todo. Y casi siempre vuelven a la calle, a las vidrieras, a mirar y mirar, sin comprar nada.
Uno bien puede padecer horas y horas de trajines como ése si ha tenido la pésima idea de ofrecerse como compañero de compras. Quizás sea mejor decir que es arrastrado en un recorrido exploratorio más que de compras, toda vez que ellas saben que no van a adquirir ni una media.

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