Mejor, no me ames.
Cualquiera que, por casualidad, se hubiera enterado de cuál era el plan para que María Antonieta no tuviera que prescindir de su cabeza, seguramente reiría. Luego se sorprendería de lo convencido que el Caballero Enamorado estaba de poder realizarlo. Finalmente, se asustaría. Ya se sabe que, ojos que no ven, corazón que no siente. Sobre todo si se vive a la sombra de Robespierre y Louisette es la actriz más famosa de París. Con tamaña amenaza pendiendo, literalmente, sobre tu cabeza, siempre es mejor estar a ciento cincuenta kilómetros del lunático que dice sinsentidos de ese calibre.
Es que, si se lo piensa un poco, muy poco, imaginar que podría concretar la evasión de la derrocada Reina disfrazándola de humilde lavandera, trasponer la guardia de la Conciergerie y salir caminando como cualquier hijo de vecino, era realmente descabellado.
Sea como fuere, el Caballero visita a María Antonieta en su misérrima celda, le entrega una carta lacrada, y, como corresponde a un Buen Caballero, un clavel rojo. La escena no pasa desapercibida al guardián, que sospecha que ese señor se trae algo entre manos. La ex reina se asusta de la necedad que estaba por hacer su Enamorado. Poniendo todo el ingenio del que pudo echar mano en beneficio de su hermoso cuello, la Dama toma un papel y con una aguja escribe un mensaje que intentará disuadirlo de llevar a término su alocado plan. Sin embargo, la mensajera de Antonieta es interceptada, el mensaje develado y las intenciones del Caballero Enamorado descubiertas.
Consecuencias no faltaron: si la Asamblea tenía ya apuro por cortar de raíz cualquier vestigio de la monarquía y absolutismo, ahora no cabían más postergaciones. La Dama fue trasladada a una celda aún peor, si esto era posible, de la que hasta ese momento la guardaba, y en brevísimo tiempo ajusticiada, para alegría de no pocos defensores de la Libertad y los Derechos del Hombre. El Caballero Enamorado, como era de esperar, tuvo que exiliarse para no correr la misma suerte que su Amada, y anduvo errando países un tiempo. Se ve que tenia el destino de eterno equivocado: cuando Napoleón asume el poder, el Enamorado pelea contra él, por lo que termina fusilado. Y casi olvidado, si no fuera por el bueno de Dumas (padre), que lo inmortaliza en una novela: El caballero de la Casa Roja.
Es que, si se lo piensa un poco, muy poco, imaginar que podría concretar la evasión de la derrocada Reina disfrazándola de humilde lavandera, trasponer la guardia de la Conciergerie y salir caminando como cualquier hijo de vecino, era realmente descabellado.
Sea como fuere, el Caballero visita a María Antonieta en su misérrima celda, le entrega una carta lacrada, y, como corresponde a un Buen Caballero, un clavel rojo. La escena no pasa desapercibida al guardián, que sospecha que ese señor se trae algo entre manos. La ex reina se asusta de la necedad que estaba por hacer su Enamorado. Poniendo todo el ingenio del que pudo echar mano en beneficio de su hermoso cuello, la Dama toma un papel y con una aguja escribe un mensaje que intentará disuadirlo de llevar a término su alocado plan. Sin embargo, la mensajera de Antonieta es interceptada, el mensaje develado y las intenciones del Caballero Enamorado descubiertas.
Consecuencias no faltaron: si la Asamblea tenía ya apuro por cortar de raíz cualquier vestigio de la monarquía y absolutismo, ahora no cabían más postergaciones. La Dama fue trasladada a una celda aún peor, si esto era posible, de la que hasta ese momento la guardaba, y en brevísimo tiempo ajusticiada, para alegría de no pocos defensores de la Libertad y los Derechos del Hombre. El Caballero Enamorado, como era de esperar, tuvo que exiliarse para no correr la misma suerte que su Amada, y anduvo errando países un tiempo. Se ve que tenia el destino de eterno equivocado: cuando Napoleón asume el poder, el Enamorado pelea contra él, por lo que termina fusilado. Y casi olvidado, si no fuera por el bueno de Dumas (padre), que lo inmortaliza en una novela: El caballero de la Casa Roja.
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Se ha hecho tarde, como siempre que uno hace cosas que le gustan. Prometo, para quien desee tomar nota y recordármelo si no cumplo, escribir sobre este asunto.
Mientras tanto, aquí les dejo una buena historia para que disfruten entre tanto yo sigo amasando el barro propio.
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