Flores de lis

En la vaina se ven dos serpientes que ascienden enroscadas. En el centro, un escudo frigio que dos manos sostienen. Ambos bordes con ribetes en forma de greca. Todo trabajado en finísima plata, trabajo de un artesano de tierra adentro. La hoja del facón tiene grabadas dos flores de lis.  

Se contaban muchas historias sobre el facón y su dueño. De él se decía que había venido buscando vengar una ofensa; que era fugitivo y que debía a la ley alguna muerte. Del cuchillo, que había sido traído de Europa, que tenía un grabado extraño en la hoja, un signo antiguo de los condenados; pero nadie había visto el arma fuera de la vaina.

Tan errados no estaban.

El correntino cometió el error de volver por la pulpería. Andaba necesitado de dinero y vino a vender unos cueros. Si hubo conjura o no, no se sabe. Lo cierto es que nadie le avisó nada. Cuando tiró el montón de cueros sobre el mostrador, oyó un grito, y la sangre se le puso espesa:

-“¡Correntino!”

El correntino apenas tuvo tiempo de buscar en el cinto su arma. El otro se le vino encima como tigre. El correntino cayó muerto ahí mismo.

Los pocos parroquianos que vieron el corto combate cuentan lo que sucedió después. El vencedor se sentó en la barra y pidió caña. Limpió la sangre del cuchillo y, con una especie de estilete, dibujó otra flor de lis en la hoja del facón, pagó su bebida y salió.

Comentarios

Alís ha dicho que…
Casi es mejor no ver nunca la hoja del facón, parece que trae mala suerte. En todo caso, habrá un momento en que no quepan más flores de lis...
Interesante relato. Me quedo por aquí leyendo un rato.
Un abrazo
El Griego ha dicho que…
Es mejor, parece. Como no volver a los lugares donde uno ha cometido una ofensa. Como la de ser feliz. Aunque casi nadie presta atención a esto último. La bolsa con recuerdos quizá tenga tambien un límite.

Agradecido por su visita, y por dejar huella.
Salut!

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